martes, 1 de diciembre de 2015

ACTIVIDAD FÍSICA = SALUD


¿POR QUÉ DEBEMOS MOVERNOS?

Al aumentar la edad, nuestro organismo experimenta una disminución del repertorio motor y de los reflejos, haciendo que descienda el tono muscular y favoreciendo la descoordinación y a la discapacidad motriz (Moreno, 2005), a la vez que afecta a una serie de cambios  en el sistema respiratorio, cardiovascular y metabólico (Izquierdo, 1998). El envejecimiento se relaciona con alteraciones histologías sobre el tejido conjuntivo, provocando cambios mecánicos  en la actividad funcional de nuestras articulaciones.

 La práctica regular de actividad física tiene una función reductora sobre los cambios negativos que se producen sobre nuestros sistemas, a la vez que nos ayuda a prevenir enfermedades, otorgándonos mayor capacidad de independencia.

ARTICUACIONES

El ejercicio físico hace que los tejidos conjuntivos que forman nuestras articulaciones sean capaces de soportar amplitudes de movimientos creadas por el sistema músculo esquelético, favoreciendo la cantidad y organización de nuestras fibras (colágenas y elastinas) y GAG (glucosaminoglicanos), viéndose afectado estos componentes por el envejecimiento, produciéndose con el paso de los años una ralentización del ritmo de sustitución y reparación (Buckwalter, Woo, Goldberg et al., 1993).

La inmovilización o la poca movilidad de una articulación, hace que las estructuras y la función de los tejidos muestren alteraciones negativas, restando la capacidad de producción de fuerza (acusada a una atrofia muscular) y reduciendo la resistencia mecánica del tejido, como puede ser la capacidad de tracción de los ligamentos(Hayasbi, 1996). A nivel bioquímico, los primeros cambios que se producen tras la inmovilización, se desarrollan en cuestión de días.

Los tejidos óseos y cartilaginosos también se ven afectados por la no movilidad, perdiendo masa, volumen y capacidad de resistir cargas, tras la reducción del estrés al que se le somete.

Esto nos hace recapacitar sobre la importancia que tiene para las estructuras corporales, la realización de actividad física. Por eso cuando se finaliza el periodo de inmovilización de alguna articulación, es imprescindible el proceso de rehabilitación-readaptación basada en el movimiento, ayudando a la recuperación de la fuerza y estabilidad de las estructuras.

SALUD ÓSEA Y MUSCULAR

La actividad física durante la niñez y la adolescencia tiene un papel imprescindible para mantener una masa ósea “sana” en la edad adulta. Esto es importante tenerlo en cuenta ya que la fragilidad ósea (riesgo fractura) y la desmineralización aumenta con la edad. Se ha comprobado que el estrés producido por la práctica de actividad física, ha mejorado la densidad mineral en diferentes zonas corporales (Slemenda y al., 1991).  Las actividades de bajo impacto pueden ser beneficiosas para personas con patologías osteoarticulares, ya que mejorará su movilidad y la vascularización del cartílago durante la actividad, mejorando el aporte de nutrientes (Hartman et al., 2000).

La sarcopenia muscular (atrofia muscular) se incrementa con el paso de los año, siendo una de las causas, la disminución de actividad física realizada. Esto hace que se reduzcan la capacidad de producir fuerza máxima, dificultando alguna de las tareas que antes éramos capaces de hacer. Por ello el entrenamiento de fuerza nos servirá como medio de reducción de la perdida muscular, y una forma de mejorar nuestra calidad de vida.

SISTEMA CARDIOVASCULAR

Lo salud cardiovascular se encuentra directamente relacionada con los factores que definen nuestro estilo de vida, siendo fundamental el nivel de realización de actividad física (Márquez, Rodríguez, et Abajo, 2006). La falta de esta actividad es un factor de riesgo modificable, el cual disminuye la probabilidad de sufrir enfermedades coronarias cardiacas (Marcos Becerro et Galiano, 2003).

Diferentes estudios han demostrado que personas con un nivel de actividad física regular y una buena condición física, reducen los riesgo de padecer patologías relacionadas con sistema cardiovascular.

El ejercicio físico regular, mejora los niveles de lípidos y lipoproteínas plasmáticas en sangre. León y Sánchez en 2001, estudiaron los efectos del ejercicio aeróbico sobre los lípidos sanguíneos, obteniendo como resultado una mejora del perfil de lípidos en sangre, relacionándose más con el volumen del ejercicio aeróbico que la intensidad.

El tener una vida deportiva activa, también tiene influencia positiva sobre las enfermedades isquémicas, ya que mejora la vascularización del miocardio y la estabilidad de impulsos eléctricos del corazón (Bouchard y Despres, 1995). Si nos basamos en el estudio realizado por Lowther y cols. (1999), observamos como la realización de actividad física y el riesgo de padecer alguna enfermedad coronaria son inversamente proporcional, por lo que disminuye sus efectos.

La hipertensión es una de los patologías más comunes en nuestra sociedad, y con mayor influencia sobre funcionamiento de nuestro corazón. A pesar de que el incremento de la actividad por si sólo no sea suficiente para regular la presión sanguínea, debemos tener en cuenta sus efectos en personas hipertensas. Puede disminuir una media de 5,3 mmHg en la presión sistólica y 4,8 mm Hg en la diastólica (Fagard, 1995). El ACSM (1993), certifica que la práctica de ejercicios aeróbicos en personas con riesgo de padecer hipertensión, disminuirá el aumento de la presión sanguínea que se podría dar con el tiempo. Esto podría ser usarse como estrategia no farmacología para evitar dicha patología.

Estos datos nos permiten afirmar que la actividad física es tanto una medida de rehabilitación en pacientes con algún tipo de patología coronaria, como una forma de prevenirla.
CÁNCER

En los países desarrollados, el cáncer se ha establecido como una de las principales causas de mortandad (Marcos Becerro et Galiano, 2003). Una mejora las funciones inmunitaria, síntesis de las prostanglandinas, el mantenimiento de los niveles hormonales o la disminución del transito digestivo de los alimentos, se pueden conseguir a través de un incremento de la actividad física, disminuyéndose la probabilidad del desarrollo tumoral.

En cuanto al cáncer de colon se refiere, la práctica deportiva reduce sus riesgos en un 40-50%. En el metanálisis realizado por Thune y Furber en 2001, se revisaron 48 investigaciones, donde se concluyó una relación inversa entre actividad física y cáncer de colon. Este efecto se observo en intensidades moderadas (superior a 4,5 METs).

Los cambios hormonales producidos por la actividad física  en mujeres de la tercera edad, también pueden ayudar a prevenir el cáncer de mama. Se observó una disminución del riesgo de padecerlo en mujeres posmenopausicas que mantienen un nivel de actividad frente a aquellas que mantienen un estilo de vida  sedentario.

CONCLUSIÓN

Basándonos en la ciencia, vemos como con el simple hecho de no tener una vida sedentaria estamos mejoran nuestra calidad y esperanza de vida, a la vez que mejoramos la capacidad de prevención de enfermedades de nuestro cuerpo.

BIBLIOGRAFÍA

Bouchard, C. y Despres J.P. (1995).Physical activity and health: atherosclerotic, metabolic, and hypertensive diseases. Research Quarterly in Exercise and Sports, 66, 268-275.

Buckwalter, J.A, Woo S.L., Goldberg, V.M. (1993). Soft-tissue aging and msculoskeletal function. JBone Joint Surg Am 75:1533-1548.

Fagard, R. H. (1995). Prescription and results of physical activity. Journal of Cardiovascular Pharmacology, 25, S20-S27.

Hartman, C. A.; Manos, T. M.; Winter, C.; Hartman, D. M.; Li, B. y Smith, J. C. (2000). Effects of Tai Chi on function and quality of life indicator s in older adults with osteoarthritis. Journal of the American Geriatric Society, 48, 1553-1559.

Hayasbi, K. (1996). Biomechanical studies of the remodeling of knee joint tendons and ligaments. J Biomech 29:707-716

Izquierdo, M. (1998). Efectos del envejecimiento sobre el sistema neuromuscular. A.M.D.

León, A. S. y Sánchez, O. A. (2001). Response of blood lipids and
lipoproteins to exercise training alone or combined with dietary intervention.
Medicine and Science in Sports and Exercise, 33, S502-
S515.

Lowther, M.; Mutrie, N.; Loughlan, C. y McFarlane, C. (1999). Development of a Scottish physical activity questionnaire: a tool for use in physical activity interventions. British Journal of Sports Medicine, 33, p244-249.

Marcos Becerro, J. F. y Galiano, D. (2003). Ejercicio, salud y longevidad. Junta de Andalucía: Sevilla.

Márquez Rosa, S., Rodríguez Ordax, J., & Abajo Olea, S. (2006). Sedentarismo y salud: efectos beneficiosos de la actividad física. Apunts83.

Slemenda, C. W. ; Miller, J. Z.; Hui, S. L.; Reister, T. K. y Johnston, C. C. (1991). Role of physical activity in the development of skeletal mass in children. Journal of Bone Mineral Research, 6, 1227-1233.

Thune, I. y Furber, A. S. (2001). Physical activity and cancer risk: dose-response and cancer, all sites and site-specific. Medicine and Science in Sports and Exercise, 33, S530-S550.






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